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Juan Poveda.
Visitando las bodegas: un viaje al alma del vino.
Adentrarme en las bodegas fue como abrir un libro donde cada página estaba impregnada de historia, pasión y naturaleza. El primer paso en el fresco umbral de la cava me transportó a un mundo donde el tiempo parecía detenerse, dejando que el presente se deslizara con la misma cadencia lenta con la que el vino envejece en los barriles de roble.
El aire estaba lleno de matices: un susurro de madera húmeda, notas terrosas que hablaban de la cercanía con el viñedo, y el sutil perfume afrutado que escapaba de las barricas. Las luces tenues dibujaban sombras suaves sobre las paredes, dando a cada rincón un aire de misterio, como si las bodegas quisieran proteger los secretos de sus vinos, aquellos que se gestan en la oscuridad y se revelan en la copa.
El guía, con voz pausada y sabia, comenzó a narrar las historias de las generaciones que han dedicado su vida a estas tierras. Había algo conmovedor en cómo cada familia parecía tener un vínculo casi sagrado con el vino. Las bodegas no eran solo espacios de trabajo; eran templos donde el vino era el oficio, la herencia y la devoción.
Mientras avanzaba entre los barriles, cada uno con su propia personalidad e historia, no podía evitar imaginar las cosechas que habían llegado hasta aquí. El viñedo, con sus hojas ondeando al viento, tenía su continuación natural en estas paredes. Allí, el tiempo y la paciencia se entrelazaban, permitiendo que los mostos se transformaran lentamente en algo sublime.
Luego vino el momento más esperado: la cata. La primera copa fue un viaje sensorial. Observé el líquido brillante, que en la luz tenue parecía encerrar el sol del verano. Al acercarlo a la nariz, un torbellino de aromas me transportó a paisajes de frutas maduras, flores delicadas y especias exóticas. Y al probarlo, entendí que cada sorbo era un resumen de la tierra, del trabajo humano y de la espera.
Visitar las bodegas no fue simplemente aprender sobre el vino; fue entender su esencia. Allí, entre el silencio y el aroma a historia, me di cuenta de que el vino no solo se bebe: se vive, se siente, y se lleva en el corazón como un recuerdo imborrable.
Número de páginas | 454 |
Edición | 1 (2025) |
Formato | A4 (210x297) |
Acabado | Tapa blanda (sin solapas) |
Coloración | Colorido |
Tipo de papel | Estucado Mate 90g |
Idioma | Español |
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