La novela narra la historia de la inspectora de homicidios Chelo Montoya, quien se ve envuelta en una serie de crímenes rituales que combinan símbolos marinos ancestrales, runas nórdicas y versos en lenguas muertas. Al descubrir que cada asesinato está vinculado con versiones corrompidas del llamado “Canto IX” —una plegaria original que servía para sellar pasadizos subterráneos y evitar sacrificios—, Chelo inicia una investigación que la lleva desde una cripta costera en Cantilobos (Madrid) hasta criptas medievales en Siracusa, Ripoll y Guadarrama. Cada nuevo cadáver muestra runas talladas o escritas en pergaminos, siempre en lugares cargados de memoria histórica: criptas, monasterios y puntos de convergencia entre el agua y la tierra.
Pronto la detective descubre que la clave del misterio es el “Himno de la Luz Errante”, un verso complementario al “Canto IX” que, en su forma primigenia, protegía a los navegantes y mantenía sellados los pasadizos rituales. Sin embargo, una versión invertida del canto —la “versión corrompida”— se emplea para abrir esos pasadizos y alimentar ritos oscuros. Con la ayuda de la hermana Laura, exégeta en un convento de Segovia, Chelo consigue recuperar la estrofa final que faltaba en el manuscrito original y purificar el texto, evitando que caiga en manos equivocadas.
A partir de ese momento, “lo sellado” se transforma en “memoria compartida”. La novela despliega un arco narrativo en el que, tras sellar rituales peligrosos en Madrid, Cantilobos, C
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